Ahora sé que mi sueño de ir a conocer a Ernesto
Sábato pasó de ser una fantasía remotamente realizable a ser un ejercicio puramente
onírico. Quizás sea mejor así. Porque en las escenas que elabora mi imaginación,
yo sí tengo el valor de ir a tocar el timbre de su casa, me atiende una señora
que lo cuida y me permite pasar a verlo, puedo darle la mano durante unos pocos
minutos, casi sin hablarnos. Soy una mancha borrosa para él, detrás de sus
gruesos lentes de casi ciego, y él es una mancha borrosa para mí, detrás de un
par de ojos mojados.
Hermoso loco.
ResponderEliminarNotable.
ResponderEliminar