Dicen
que es imposible doblar un papel más de siete veces. Yo propongo una teoría similar:
que es imposible que alguna de nuestras “certezas” sobreviva a más de siete cuestionamientos.
Las
religiones o los “pensamientos mágicos” suelen escapar de un cuestionamiento
mediante el uso desvergonzado de la lógica circular. Cuando llega la pregunta
del jaque mate, simplemente responden: porque
sí. Y este jaque mate llega pronto, a la tercera o cuarta jugada ya deben
recurrir a su infaltable lógica circular que, más que hacerles ganar la
partida, acaba anulando la seriedad del ejercicio. La filosofía y la ciencia
(sobre todo esta segunda) pueden sobrevivir algunos embates más, y por eso se
las considera más serias, o menos risibles. Pero uno no puede declararse inmortal
sólo por haber pospuesto un poco la muerte. Tarde o temprano, las verdades que
suponemos acaban desintegrándose entre la avalancha de preguntas.
Cuando nos fastidiamos ante un chico que está en la
edad de los porqués, ¿no nos estará en realidad molestando que una “torpe
criatura” exponga tan crudamente nuestra ignorancia? ¿Qué tienen de infantil esos
profundos cuestionamientos? ¿No debería ser considerada, al contrario, la
actitud más seria del mundo? ¿Por qué no seguimos cuestionando, en plena
adultez, con esa tenacidad y esa sed? Quizás esta pregunta sea el primer paso
para volver a desatar la tan necesaria bola de nieve.
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